sábado, 10 de enero de 2009

Colillas


Elegiría parpadear
con una primavera prójima.
pero la noche eriza nieblas.

Con tanto tedio y sin fisuras
desde mi cama hasta el techo
se desmoronan los ausentes.

Enfilan prolija distancia
del último al primero y viceversa
en orden de silencios encogidos.

Sus melenas rizan el humo:
efrit que me concede
soplarles ese rostro sin regreso.

Envío una colilla amoratada
a cada uno, con el intuito
de invocarles la rabia de no serles.

Una compuerta de cenizas
es lo que abre el edredón
después del alma, si es que queda.

Enciendo otro cigarro.
Antes del fin que improvisa la brasa
expiro mi historia de espaldas.

Última invasión: una boca
lo atrapa y embandera
un par de ojeras decididas.

Una mancha se vuelve poderosa.
La nicotina gira.
Veo:

mis labios zurcidos por el fuego.
En medio de la hilera
soy una más entre mis ellos.

Si crecen flores a la vuelta
de este septiembre descascado
no me digan.

Yo sueño que sigo inalterable
en la pronunciación de los ausentes
de alguna que otra sábana dolida
de alguno que otro cielorraso

como el tuyo.

4 comentarios:

Joan Tristany dijo...

A todas las cebras verdes les ha gustado mucho "Colillas" Bibi, ami tambien. A las cebras y a mi nos has hecho pasear por terrenos de esperas y nostalgías.
Abrazos de todos y besos sólo mios.

Joan

Anónimo dijo...

Un poemazo: creo que no se puede agregar algo más.

Un beso grande y sólo resta decirte que encantado estoy de leer tu hermosa poesía.

Chauuuuuu.

Bibiana Poveda dijo...

Joan... me gusta que les guste a las cebras verdes, y le pediremos a la virgen de Europa que me dé inspiración, aunque me parece que no...
Un abrazo, amigo, gracias por pasar!!!!

Claudieta dijo...

Todavía estoy esperando el hechizo.......
Hazme uno para mí...........un beso